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jueves, 18 de agosto de 2011

Cuaderno de los putrefactos: XIV. Abrir la boca

Como diria mi amigo, admirado y recien bloguero, Manué:"con las opiniones pasa como con el agujero del culo, todo el mundo tiene uno." En esa misma linea, destaca la atribucion infudada de la expresion: "Estoy en desacuerdo con tus ideas, pero defiendo tu sagrado derecho a expresarlas"asi mismo la variacion: "Lo que usted afirma me parece disparatado, pero defendería con mi vida su derecho a decirlo" y tambien referida como: "No comparto lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo" (atribuida a Voltaire, fue usada por primera vez por Evelyn Beatrice Hall, escribiendo bajo el seudónimo de Stephen G. Tallentyre en Los amigos de Voltaire (1906), como resumen de la actitud de Voltaire).

De cualquiera manera, parece importante respetar las opiniones de los demás, de hecho lo es. Sin embargo, abrir la boca va desde el bostezo, pasando por el eructo, la vomitona, hasta los discursos y las palabras mas honestas y universales. De por sí no es un acto desdeñable, pero parece que para poder abrir la boca con cierto fundamento ha de haber un minimo de preparacion. Es recomendable para empezar, pensar antes de usar el sistema. De lo contrario, se dirán paridas la mayoria de las veces sin sentido, o casi rozando la asociacion de ideas, metodologia freudiana, deja al lenguaraz y atrevido parlante, en pelotas, a poco que se sepa atar cabos. La apertura de boca irreflexiva es sandia en su epiteto, y por extension simple y de poco lustre. En otras palabras, para decir sandeces mejor no abrirla, ademas ya se sabe "en boca cerrada no entran moscas".

De lo volatil de las palabras, y de lo facil que estas se dicen, se ha hablado mucho, se ha categorizado mucho y se ha dicho mucho, me gusta la expresion artistoide: "La boca es viento, el pincel es huella." Quien en su sano juicio quisiera dejar constancia de sandeces paridas? Parece que efectivamente es necesario pensar antes de hablar, y no decir fruslerias de posible repercusion. A sabiendas que "boca con boca, se desboca" atribuye a la osculizable, anatomia, la opción mas elevada, de los besos amantes que se suceden, o la resume en la mas pura bajeza, donde las bocas que discuten  falta de argumentos y rica en descalificaciones, llevan a la mas fertil de las discusiones.

Asi pues, parece claro que abrir la boca, lo puede hacer todo el mundo. Pero para que este acto baladí no suponga un desperdicio, hay que, con cordura y mesura, saber que y como se dice. De lo contrario se cae en prejuicios, aseveraciones e ideas tan erradas como absurdas, hablar de lo que se desconoce, o con percepciones individualistas es tan absurdo, tan digno de tirar al cubo de la basura, que convierten al simple acto de "abrir la boca" en un mecanismo necesario de ser convenientemente meditado "esclavo de tus palabras, dueño de tus silencios".

Y es que facil es abrir tanto la boca para opinar...





te puedes vender,
cualquier oferta es buena
si quieres poder.
qué fácil es
abrir tanto la boca para opinar
y si te piensas echar atrás
tienes muchas huellas que borrar.
déjame, que yo no tengo la culpa de verte caer,
si yo no tengo la culpa de verte caer.

pierdes la fé,

cualquier esperanza es vana
y no sé que creer.
pero olvídame, que nadie te ha llamado
y ya estás otra vez.
déjame, que yo no tengo la culpa de verte caer,
si yo no tengo la culpa de ver que ...

entre dos tierras estás

y no dejas aire que respirar.
entre dos tierras estás
y no dejas aire que respirar.

déjalo ya,

no seas membrillo
y permite pasar,
y si no piensas echar atrás
tienes mucho barro que tragar.
déjame, que yo no tengo la culpa de verte caer,
si yo no tengo la culpa de ver que ...

entre dos tierras estás

y no dejas aire que respirar.
entre dos tierras estás
y no dejas aire que respirar.

déjame, que yo no tengo la culpa de verte caer,

si yo no tengo la culpa de ver que ...

entre dos tierras estás

y no dejas aire que respirar.
entre dos tierras estás
y no dejas aire que respirar.-


Sea como fuere: NO ES LA MIEL PARA LA BOCA DEL ASNO  (El Quijote, capítulo LII, 1ª parte)